miércoles, 13 de mayo de 2009

Publica o perece

El fin de la exactitud soy yo, que soy el duque de Hinz

Publica o perece. La sentencia es de un personaje de un autor del que ahora, ahora mismo no recuerdo su nombre. 

Escucha el sonido del ventilador. Escúchalo, no es una broma. Los duques no bromean, los duques saborean los trabajos de sus súbditos. Los duques aún mantienen a sus súbditos y son muchas las gentes que trabajan para ellos. Horda de currantes. Currantes. Palabra que suena mal cuando la pronuncias con la boca llena, repleta de anacardos. 

Los anacardos blandos no me traen nada desde la eternidad. El anacardo es un fruto que está seco y que suele venir desde la eternidad. Viene de allí porque está seco de tanto tiempo como ha esperado solo; sólo para ser comido. Sigue seco, pero blando, por eso me lo como y lo trituro hasta convertirlo en trocitos que recogen mis dientes, mis molares y todos mis colmillos, que son cuatro nada más y mi paleta delantera que siempre es delantera y mi inexistente muela del juicio. Ahora no hay muela; en su lugar se ha instalado un agujero así de feo y así de grande. Mira, te lo enseño. Abro la boca. No te retires, mira. ¿Lo ves? Es feo y oscuro, como tu culo. No te rías, gilipollas. 

Punto y aparte.

Tú has nacido para ser comido. Tú has nacido para ser comido con cuchillo y tenedor. Tú, en verdad te lo digo como In illo tempore se hacía, tú has nacido para que te digan qué has de hacer con tu vida. La moda es eso. La moda es un altavoz en boca de un gilipollas que además suele ser gay y que dice: "Esta temporada, todos de lila. Así, muy bien. Así es". Nadie puede negármelo, ni con la cabeza ni con la lengua. 

También has nacido para soportar que te digan qué has de leer. Pero bueno, esto me preocupa menos. La gente ya no lee y si lo hace aprovecha hacerlo cuando caga, cuando se sienta en la mal llamada taza ¿de qué? No sé adónde voy.

Ah, sí, también quería decir que no soy un autor anónimo. Tengo nombre. En casa me llaman Hinz a secas pero es cruzar el umbral de la puerta de la mansión y todos me hacen reverencias mientras dicen: ¡Oh, duque de Hinz, qué bello está hoy! Sí, emplean la palabra bello. Nada de vulgarismos. Latinismos, cultismos gongorinos golondrinos, quevedianos y rimbombantes. 
 
Publica o perece. Así es mi vida. Publico aquí que también vale. ¿A qué nivel se supone que te elevas cuando haces lo indecible para que te publiquen en una editorial donde las niñas siguen follando con los correctores a la hora del café? Que yo lo he visto. Sí. Los duques lo ven todo, o casi todo. Se creen dioses y a veces lo son.

Es lo mismo que decir, eso, es lo mismo que decir: publica y perece. Nótese la conjunción copulativa. Hay gentes que aún piensan que son escritores porque una editorial de pacotilla les imprime a gran escala sus textos. La idea es esa: la editorial imprime al autor. Pero esto es otro tema. No quiero desarrollarlo aquí. No tengo tiempo. El tiempo transcurre y no digo nada. Me he levantado de mi sofá para dictar estas letras. Yo no escribo, soy duque, duque de Hinz. Se me seca la lengua. Voy a por agua. Tardaré algo que es bastante que es un adverbio de cantidad. Mierda es un sustantivo y mierdoso un adjetivo. 

Cuando no está él, que se pone para copiar mis palabras una falda escocesa de cuadros verdes y lilas, saco del cajón de la mesa dondes está el flexo amarillo una grabadora. Y le doy al Rec que es un botón rojo cúbico que se pulsa a la vez que el botón del Play

Y tan contento. 

Por cierto, siéntente dichoso si has llegado hasta aquí. Has sido el primero en leer la primera entrada de este magnífico blog cuyo fin es huir de la exactitud. Y eso lo engloba todo. ¿A que sí?